7 de diciembre de 2012

Gran Martell + OT Fernández Fierro: Esa sí que es Argentina




Cuando no es una impostura (si sabremos de esto…), el rock es una actitud frente el arte y la vida.  Honestidad descarnada, que tiende a forzar los límites, a ponerlos a prueba, a cruzarlos para a veces volver y otras no. Algo de eso hace de la Orquesta Típica Fernández Fierro –aunque sea ya un lugar común– “la más rockera de las orquestas de tango”.

Este mes va a pasar lo que tarde o temprano tenía que pasar. Los muchachos de Almagro compartirán escenario con Gran Martell, el trío demoledor que componen Jorge Araujo (ex Divididos), Tito Fargo (ex Hurlingham Reggae Band, con Prodan, y ex Redondos) y Gustavo Jamardo (ex Porco). Una orquesta de tango, una banda de rock, un marco mayormente rockero, para sellar un pacto que hace tiempo era tácito. No es que ambos géneros nunca hubieran compartido algún encuentro ecléctico (de hecho, la FF toca en festivales europeos hegemonizados por el rock) o en alguna propuesta híbrida. Pero sí cuesta recordar una fecha de este tipo, de uno a uno, viéndose las caras y reconociéndose las heridas.

Si la Fernández Fierro partió de un pugliesismo militante y fue radicalizando su idea, cerrando el abanico de opciones estéticas en favor de un mayor poder de choque sobre el escenario y en el disco, en forma inversa, Gran Martell fue sumando ingredientes a la masa cruda de potencia que expuso desde su primer disco homónimo (2005), hasta definir un nuevo sonido en Un volcán – Lado B (2012). Las dos agrupaciones están en un punto de equilibrio entre la contundencia y la complejidad. Y eso, más allá de lo anecdótico, va a marcar el carácter de esa noche. Noche que habría celebrado, seguramente, cierto tipo que se iba al boliche de la esquina a tomar una ginebra con gente despierta. Algo de eso es Argentina.

2 de noviembre de 2012

Massacre: El deseo vivo



Grandote, popular, irreverente, conflictuado, envuelto en mística. Para muchos, para casi todo el público de Massacre, Ringo Bonavena, el hulk de Parque Patricios que casi despacha a Muhammad Ali en Nueva York, era un nombre al pasar, una presencia difusa en una anécdota de un padre, de un abuelo, en una efeméride televisiva. Desde el año pasado, Ringo es la figura que aglutina uno de los mejores discos de rock argentino del año pasado, firmado por la banda que encabeza el grandote, popular, irreverente, conflictuado y envuelto en mística Walas.

A muchos les parece mentira que Massacre lleve más de 25 años en los escenarios. Hasta El Mamut (2007), el discazo que los puso a girar en la órbita de los grandes planetas del rock, era una contraseña del mundillo under, pronunciada por skaters, punkrockers y demás habitantes de los pequeños mundos de la subcultura. Pero un día Massacre explotó. Hoy, consolidada entre las bandas más consistentes de la escena porteña, ocupan un lugar que quizás les resulta tan acogedor como incómodo. Llevan el adn del under, de todo lo que el rock podía tener de contracultural, de resistencia (no confundir con aguante). Pero se encontraron siendo una banda emblemática, masiva, radiable, vendedora.

El cambio vino, es verdad, con un cambio también en la manera de concebir su música. Pero sólo los más radicales pudieron ver ahí, forzándolo, un aburguesamiento. Que su música se hizo más cancionera, es verdad. Que se hicieron condescendientes, no lo creo. Mientras siga el autocuestionamiento (frente a la seguridad un poco idiota de mucho rock de acá… y de allá) y la poética turbada. Mientras perdure el poder corrosivo de ese glam tercermundista que recupera aquello que tenía el glam histórico, antes de que mutara en fetiche o cáscara vacía. Walas en el escenario, sus calzas y sus guantes, su sobrero y su tapado, sus pechos, su panza, su purpurina de sudor.  “Ningún invierno empieza si mantenemos vivo el deseo”.

6 de octubre de 2012

Amadou & Mariam: Bienvenidos a Malí



Malí es uno de los países más pobres del África y también la cuna del llamado “blues del desierto”. Este género, cuya figura definitoria es Alí Farka Touré, es una suerte de vuelta a sus raíces del blues estadounidense, que los músicos africanos adoptaron y adaptaron, incorporándole sus propias tradiciones musicales. En ese caldo cultural se formaron Amadou Bagayoko (voz y guitarra) y Mariam Doumbia (voz), una de las parejas con más proyección de la música africana actual.

Aunque en la guitarra de Amadou se puede reconocer ese clásico sonido filoso tan africano, no es blues lo que hacen sino una música más festiva, que conecta con el sentimiento de aquel género pero también con el de sus orgullosos hijos y nietos, el R&B, el soul, el funk, el reggae. Su música no está exenta de declaraciones políticas, pero en un marco de celebración a la vez africana y global que encuentra expresión en el eclecticismo de los instrumentos (violín, percusión, vientos, programaciones) y las influencias (sub y norsaharianas, latinas, mediorientales, indias).

En esa línea se inscriben sus últimos discos: Dimanche à Bamako (2004), con la mano excesiva de Manu Chao, que fue el productor; Welcome to Mali (2008), que los consolidó en el mapa mundial de la world music; y el reciente Folila (2012), repleto de invitados cuidadosamente elegidos con un criterio que mira más la novedad (de esos que vale la pena conocer) que la chapa. En su primera visita en solitario (habían estado hace algunos años en un festival), Amadou & Mariam van a presentar esta obra de una contundencia casi rockera, aunque igualmente llena de ese colorido tímbrico y esa riqueza rítmica que a los oyentes extrafricanos tanto nos seduce.

6 de septiembre de 2012

Dancing Mood: Extrañas hazañas




Dancing Mood es una agrupación de extrañas hazañas. La principal es haber puesto a bailar a miles de pibes temas instrumentales, muchos provenientes del jazz. Luego de trece años de trabajo con las músicas jamaiquinas (con base en el ska, dónde si no), la orquesta creada y dirigida por Hugo Lobo hizo el año pasado su apuesta más fuerte.

Con el título Non stop, sacó a la calle un disco desbordado desde donde se lo mire. Disco triple de producción independiente y cooperativa, 47 temas, más de 35 invitados (varios internacionales, del Caribe, Centroamérica y Gran Bretaña), más de 35 personas (en ocasiones) sonando juntas en el mismo tema, grabaciones acá y en Londres...

Non stop muestra un costado Buena Vista Social Club cuando va en busca de la historia de esas músicas y reinvindica a algunos de los precursores que estuvieron allí antes del estallido de Marley, Tosh y cía. En días de furor del reggae, Lobo exhibe los escudos de una familia que ya tiene más de medio siglo. Tiene una tradición que interna sus raíces en el folklore de la isla, y eso es lo que quiere resaltar DM. Pero Non stop también es una carta de presentación en el país de algunas de las principales figuras actuales del reggae y el ska.

Un buen resumen de esta idea son las fechas que DM va a hacer este mes en Vorterix. El sábado 8 estará Winston Francis, histórico vocalista jamaiquino emergido a fines de los ’60. El domingo 16 llega Carroll Thompson, una de las voces más destacadas del reggae romántico británico. Y el sábado 22, nada menos que Lynval Golding, de The Specials, grupo emblema del ska inglés de los tiempos de Tatcher, que viene de dar un megaconcierto por los Juegos Olímpicos junto a Blur y New Order en Londres.

10 de agosto de 2012

Buika: La mochila de una vida



La primera vez que escuché a Concha Buika lo hice con desconfianza. Suelo caer en esa actitud cuando aparece alguien que tan ajustadamente llena los casilleros de lo que la música global requiere para hacer una estrella: talento, por supuesto, pero sobre todo un buen cuento para contar.

María Concepción Balboa Buika es afroespañola, hija de refugiados políticos de Guinea Ecuatorial, atractiva, carismática. Ostenta una voz desgarrada y sensual y gran versatilidad para articular el flamenco y la copla con músicas de diversas extracciones (el jazz, los toques latinos y africanos). Una combinación irresistible, es claro.

Dicen que, sin lograr afianzarse en la música y después de haber pasado por algunos trabajos inverosímiles, estaba a punto de irse a África cuando el productor Javier Limón la retuvo, la puso al micrófono y comenzó a orientar su camino hacia lo que es hoy: un fenómeno mundial.

Mi niña Lola (2006) y Niña de fuego (2008) le hicieron de golpe un lugar entre las grandes voces de la España actual. Vino luego el homenaje a Chavela Vargas, junto a Chucho Valdés, El último trago (2009), disco que encontró a Buika en su plenitud interpretativa. Y el último, el que viene a presentar a la Argentina, En mi piel (2011), un doble recopilatorio que suma sus temas incluidos en la última de Almodóvar, La piel que habito.

Recién tras el penúltimo disco logré sacarme de encima aquel prejuicio. Aún creo que el exotismo genera una discriminación positiva que, en cuestiones de arte, puede ser engañosa. Pero entendí que en el caso de Buika las peripecias de su vida eran eso, una historia, y no un recurso de márketing. Hay voces que cuando cargan la mochila de una biografía, cargan también las de una generación.