Cuando no es una impostura (si sabremos de esto…), el rock es una
actitud frente el arte y la vida. Honestidad descarnada, que tiende a forzar los
límites, a ponerlos a prueba, a cruzarlos para a veces volver y otras no. Algo
de eso hace de la Orquesta Típica Fernández Fierro –aunque sea ya un lugar
común– “la más rockera de las orquestas de tango”.
Este mes va a pasar lo que tarde o temprano tenía que pasar. Los
muchachos de Almagro compartirán escenario con Gran Martell, el trío demoledor
que componen Jorge Araujo (ex Divididos), Tito Fargo (ex Hurlingham Reggae Band,
con Prodan, y ex Redondos) y Gustavo Jamardo (ex Porco). Una orquesta de tango,
una banda de rock, un marco mayormente rockero, para sellar un pacto que hace
tiempo era tácito. No es que ambos géneros nunca hubieran compartido algún
encuentro ecléctico (de hecho, la FF toca en festivales europeos hegemonizados
por el rock) o en alguna propuesta híbrida. Pero sí cuesta recordar una fecha
de este tipo, de uno a uno, viéndose las caras y reconociéndose las heridas.
Si la Fernández Fierro partió de un pugliesismo militante y fue
radicalizando su idea, cerrando el abanico de opciones estéticas en favor de un
mayor poder de choque sobre el escenario y en el disco, en forma inversa, Gran
Martell fue sumando ingredientes a la masa cruda de potencia que expuso desde
su primer disco homónimo (2005), hasta definir un nuevo sonido en Un volcán – Lado B (2012). Las dos
agrupaciones están en un punto de equilibrio entre la contundencia y la
complejidad. Y eso, más allá de lo anecdótico, va a marcar el carácter de esa
noche. Noche que habría celebrado, seguramente, cierto tipo que se iba al boliche
de la esquina a tomar una ginebra con gente despierta. Algo de eso es Argentina.