10 de agosto de 2012

Buika: La mochila de una vida



La primera vez que escuché a Concha Buika lo hice con desconfianza. Suelo caer en esa actitud cuando aparece alguien que tan ajustadamente llena los casilleros de lo que la música global requiere para hacer una estrella: talento, por supuesto, pero sobre todo un buen cuento para contar.

María Concepción Balboa Buika es afroespañola, hija de refugiados políticos de Guinea Ecuatorial, atractiva, carismática. Ostenta una voz desgarrada y sensual y gran versatilidad para articular el flamenco y la copla con músicas de diversas extracciones (el jazz, los toques latinos y africanos). Una combinación irresistible, es claro.

Dicen que, sin lograr afianzarse en la música y después de haber pasado por algunos trabajos inverosímiles, estaba a punto de irse a África cuando el productor Javier Limón la retuvo, la puso al micrófono y comenzó a orientar su camino hacia lo que es hoy: un fenómeno mundial.

Mi niña Lola (2006) y Niña de fuego (2008) le hicieron de golpe un lugar entre las grandes voces de la España actual. Vino luego el homenaje a Chavela Vargas, junto a Chucho Valdés, El último trago (2009), disco que encontró a Buika en su plenitud interpretativa. Y el último, el que viene a presentar a la Argentina, En mi piel (2011), un doble recopilatorio que suma sus temas incluidos en la última de Almodóvar, La piel que habito.

Recién tras el penúltimo disco logré sacarme de encima aquel prejuicio. Aún creo que el exotismo genera una discriminación positiva que, en cuestiones de arte, puede ser engañosa. Pero entendí que en el caso de Buika las peripecias de su vida eran eso, una historia, y no un recurso de márketing. Hay voces que cuando cargan la mochila de una biografía, cargan también las de una generación.

6 de agosto de 2012

Aca Seca: Pulcritud y sentimiento




Hay en Ventanas (2009), el último disco-dvd de Aca Seca, y también en obras anteriores, un puñado de canciones a capella que resumen la pulcritud y el detallismo de uno de los grupos más originales de la música de raíz folklórica. Esas nubes de voces, de líneas difusas, como gotas que flotan en el aire sin transformarse en lluvia, son condensación de una propuesta que parte de la música tradicional pero la conduce hacia un lugar de belleza y contemporaneidad alejado de todo cliché.

Ventanas marcó la apertura del trío de Juan Quintero, Andrés Beeuwsaert y Mariano Cantero hacia un camino menos folklórico, más cancionístico. Además de tres composiciones de Beeuwsaert y dos de Quintero, hay temas del uruguayo Eduardo Mateo (el bello “María”, en el que, de la melancolía original, hacen nacer una visión más esperanzada; y “Esa tristeza”, interpretado en clave de jazz fusión con Javier Malosetti en bajo), uno con poesía de Juanele Ortiz, uno de José Flamenco (que da nombre al disco), otro de Edgardo Cardozo.

Puentes hacia la trova latinoamericana, guiños hacia la rosarina; una atmósfera luminosa. Cuando reaparece el folklore, lo hace desde una tangente. Desde la concepción aérea del anónimo “Pobre mi negra”, en el que la melodía flota en un entretejido de voces. O desde el dramatismo que Liliana Herrero le imprime a “Canción de las cantinas” (Castilla-Valladares), cuando ellos se colocan en segundo plano y la cantante  marca el carácter.

Tres grandes instrumentistas y vocalistas, tres inteligentes arregladores y compositores, tres amigos capaces de crear en vivo –como se ve en el dvd de Ventanas, como se verá los próximos miércoles– un aire de intimidad y frescura; capaces de convencer y conmover.