16 de enero de 2013

Leo Maslíah: Asombro y corrosión




El pianista y compositor Marcelo Katz cuenta una anécdota que define a Leo Maslíah. Estaban en el camping musical del Llao Llao, Maslíah como docente, Katz como alumno, cuando el uruguayo propuso una sencilla tarea para el hogar: “Compongan para mañana algo que no exista en la historia de la música”. Así nació Pequeño preludio para jardín y piano, obra infaltable en los conciertos que alguna vez dieron juntos y que incluye como instrumento solista a una hoja (sí, de una planta) soplada entre los dedos.

Si fue genial la respuesta de Katz, más genial aún fue la consigna. Imposible resumir mejor qué es el arte de Leo Maslíah: el arte como la creación de un universo propio y distinto que el artista regala al resto de los mortales. Nuestro rincón en la Tierra no sería el mismo sin sus canciones, sin esas letras corrosivas y asombradas frente a una humanidad que no se explica o se ha vuelvo totalmente loca; sin esas músicas que dinamitan los puentes que unen lo popular con lo académico para que todo vuele por los aires; sin esas manos virtuosas y ese rostro impertérrito.

En una excursión a este lado del río, va a estar en NoAvestruz dos viernes seguidos. “Leo Maslíah presenta nuevas y viejas canciones de su autoría junto a deconstrucciones sobre hitos de la música clásica, la canción popular, el jazz y otros géneros, subgéneros e infragéneros”, promete el local palermitano. Todos sabemos que, sincerándonos, ahí podría decir: “Leo Maslíah hará, como siempre, lo que le de la gana. Y, como siempre, será genial”.