La orquesta Rascasuelos es algo así como el Mr. Hyde del nuevo tango.
Tiene un Doctor Jeckyll que es Rascacielos, su contracara más amable, una
orquesta para las milongas, con sus tangos clásicos, algún nuevo material
entreverado y ciertas facilidades que requiere el bailarín. Mr. Hyde es otra
cosa: una agrupación con un sonido pegajoso y arrastrado, disonante, violento.
Con ese espíritu rock en el que hizo escuela la Fernández Fierro. De hecho,
Tripa Bonfiglio, bandoneonista y director musical de Rascasuelos, viene de ahí.
Con cuatro años de gastar escenarios, un disco homónimo que subieron a
la web y algunas postales desahuciadas de la ciudad en el repertorio (“Muchacha
en guerra”, “La pasión”, “Tocando fondo”, “Hoy”), ofrecen un show potente que,
para bien o para mal, no deja a nadie indiferente. En eso tiene mucho que ver
su cantante, Limón García, un tipo que hizo sus armas en el rock al frente de
Vía Varela y como ocasional invitado de la Bersuit (incluso varios de los
tangos cantados que hace la orquesta están firmados por Pepe Céspedes y Juan
Subirá, integrantes de esa banda).
Quien espere un cantor que respete alguna de las reglas de juego, que
vaya por otro lado. Cuando canta para Rascasuelos, Limón está más cerca del
rock más crudo que de cualquier guiño a la tradición. “El arte es fractura, es
renacer todo el tiempo”, me dijo alguna vez. Su entrega es tal que pareciera
que se fuese a dar vuelta como una media, dejando las entrañas a la vista de
todos.