Excepto algunos grandes nombres, la escena del
blues de Estados Unidos es una escena reducida, en la que enormes músicos
sobreviven en pequeños bares de blancos o sueñan con saltar el cerco del público
negro y llegar a las mejor dotadas billeteras caucásicas. Tras el auge de los
’60 y ’70, el género cayó muchos puestos en las preferencias anglosajonas. La
segunda generación de la movida de Chicago nunca pudo ocupar los espacios que dejaron
vacantes Willie Dixon, Muddy Waters, Howlin’ Wolf o Jimmy Reed.
Paradójicamente, esa circunstancia transformó el
estrecho circuito en una mina de oro para productores y público de una ciudad
con un pequeño y fiel corazón blusero como Buenos Aires. El año pasado vino
John Primer, último guitarrista de Muddy Waters, y encendió el húmedo auditorio
del Bauen. Ahora llega Eddie Shaw, saxofonista que integró el grupo de Waters, fue
arreglador en decenas de grabaciones (entre ellas, de Dixon) y un pilar de la banda
de Howlin’ Wolf. A tal punto que, tras su muerte, siguió al frente de la
agrupación bajo el nombre de Eddie Shaw & The Wolf Gang.
Con un estilo personal (adopta en el canto
algunos yeites del vocalista que aullaba como lobo y elige en sus solos de saxo
frases punzantes y entrecortadas, como si tocara la guitarra), mucho, mucho
oficio, ganado en horas sobre el escenario, y –seguramente– un agudo sentido
del show (para el músico de Chicago el blues no es solo tristeza, es también sensualidad,
baile y diversión), Eddie Shaw dará cátedra en La Trastienda.
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