6 de julio de 2012

Vitale/Condomí: Un tratado sobre la voz




La voz tiene esa resonancia ineludible de lo arcaico. Pocas cosas –ninguna, en realidad– acompañaron al ser humano en su trayecto musical durante tantos miles de años. Es difícil no pensar en eso cuando uno escucha el último disco de Liliana Vitale y Verónica Condomí, Humanas-voces- (2009). En eso, y en el nivel de compenetración que alcanzaron.

Pero hay que decirlo: la grabación no es más que un registro pobre de lo que ocurre con ellas en el escenario. Si cada presentación del dúo tiene sus momentos de adhesión automática (como las hermosas versiones de “La estrella azul”, “Arde la vida”, “Doña Ubenza” o “Que ves el cielo”, por citar solo temas incluidos en el disco), ninguno alcanza la magia de cuando Condomí y Vitale improvisan.

Treinta años de (intermitente) trabajo a dúo les dan una comprensión mutua que sólo experiencias de ese tipo dan. Y eso se percibe en cómo una es capaz de apropiarse de un motivo de la otra y hacerlo suyo; en cómo juegan –literalmente– con las posibilidades armónicas de un contrapunto; en cómo una pequeña inflexión despierta todo un desarrollo en la otra.

Acompañadas la mayor parte del tiempo con instrumentos “primitivos” (tambores de cerámica, calabazas y madera, semillas, palos de lluvia, udu, cascabeles, caja, caxixi) Condomí y Vitale suenan –aunque parezca paradójico – tremendamente contemporáneas. Lo suyo no es ni un escaparate antropológico ni música de relajación. Mucho menos virtuosismo gimnástico.

Si algo conmueve es la sutileza y seriedad de su propuesta. Son dos artistas cuya capacidad e ingenio están absolutamente subsumidas a la creación. Escucharlas en vivo es como leer un tratado de las posibilidades de la voz en la música popular.

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