Soy yupanquiano hasta la médula. No hay espacio –ni propósito– de
explicar por qué. Pero arranco con eso para que se entienda algo de lo que
sentí hace un año cuando, en un homenaje a Atahualpa organizado por la
imprescindible Hilda Herrera, la pianista estrenó una baguala inédita del poeta
a la que le había puesto música. Esa noche, las palabras de Yupanqui brotaron de
la voz de un sólido cantante que yo, equivocadamente, tenía circunscripto a los
terrenos del tango, Hernán Lucero.
Hoy, esa “Baguala nomás será” resplandece promediando la lista de temas
de su último disco, Lucero. Tangos y
canciones criollas. El título con su apellido sugiere algo inaugural. No sé
si será así o no, pero es verdad que, aunque hace más de una década que
transita repertorio criollo y suburbano, solo o con los Bardos Cadeneros, en el
disco profundiza esa búsqueda.
Si uno repasa los invitados que tendrá en el Tasso y los temas que
interpretará con ellos, parecen no quedar dudas: con Raúl Carnota hará el tango
“Esa ventana”; con Jaime Torres, la cueca norteña “Taquiña” (letra de Jaime
Dávalos); con Jorge Marziali, la cueca “Para Palorma”; con Omar Moreno
Palacios, la “Huella de Santa Rosa”.
La voz de Lucero es vigorosa; su afinación, impecable. Pero con eso no
alcanza. Con un buen caño y estudio, ser un correcto cantor clásico puede no
ser tan difícil. El tema, en esos casos, es ser de los mejores. Por su profundo
lirismo y su buen ojo para el repertorio, Lucero logró sin dudas hacerse un
lugar entre ellos.
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