6 de abril de 2012

Agustín Guerrero: Mucho más que precocidad




El hasta ahora único disco de la Orquesta Típica Agustín Guerrero, Resurgimiento (2011), abre con un temazo llamado “La bronca del pueblo”. Cuenta Guerrero sobre el escenario, con su voz rasposa y tan tanguera, que lo escribió al ver la pueblada que se abatió sobre la comisaría de El Jagüel cuando Diego Peralta, de 17 años, apareció asesinado en 2002. Todo normal (un artista se inspira en un hecho de su entorno), si no fuera porque, por entonces, Agustín Guerrero tenía tres años menos que Peralta. Tenía sólo 14.

Cuando uno lo ve al frente de su orquesta, dirigiendo u –ocasionalmente–asumiendo el rol de pianista (es un muy buen intérprete), lo suyo produce una mezcla de admiración e indignación. Admiración, primero, por la enorme riqueza de su música: su concepción contemporánea del tango arraiga en un conocimiento histórico a priori insospechado por su edad. Así, no reniega de la melodía pero tampoco de la disonancia, el quiebre en el tempo, los juegos tímbricos. Admiración también por la habilidad para sostener una orquesta con más de una docena de jóvenes músicos y por hacerla sonar con tremenda solvencia. Indignación, claro, porque uno se pone viejo y que haga eso a los 24 años es casi una insolencia.

Pero, muy por fuera del fenómeno de su precocidad (formó la Orquesta Cerda Negra, su primera agrupación, a los 17), Agustín Guerrero es un artista formidable, como lo muestran la “Milonga” de su “Suite Salgán” (la suite completa, en realidad) o “Resurgimiento”, la composición que cierra el disco. Son piezas que deben ser escuchadas. Tarde o temprano, sí o sí.

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