12 de abril de 2012

Lenine: Lo que quiero es que pises sin el suelo


“Sí… pero Lenin sabía a dónde iba”, queda mascullando el Astrólogo en la primera página de Los lanzallamas. La escena continúa Los siete locos, es verdad, pero así, leída como inicio de la novela –como le gustaba a Soriano–, abre un horizonte de adrenalina que bien vale el olvido. Para saber revolucionar, hay que saber hacia dónde ir. Y Lenine –hijo de un militante comunista y una devota católica– sabe bien a dónde va: hacia el corazón musical del Brasil.

Sería exagerado decir que es un revolucionario. Pero no que es uno de los mejores compositores de ese país. Más de 500 canciones dan cuenta de su carácter prolífico. Su último disco, Chão, evidencia además su inquietud constante. Es bastante más oscuro que los anteriores, con temas cantados con la franja más grave de su registro y ajados por el ruido, por loops y arpegios deformes, por sonidos concretos. Es más experimental y, claro, más exigente en la escucha.

Lenine nació en Recife, pero vivió casi toda su vida en Río. Por eso su obra resulta, a grandes rasgos, del folklore nordestino, del samba carioca y de la música del mundo filtrada por el tropicalismo, especialmente el rock. Pero en Chão esas fuentes están más solapadas que antes, lo que no deja de resultar curioso en un disco cuyo título significa suelo, piso (como el de una casa) y, en la expresión chão de origem, tierra natal.

Lenine no tiene nada de ingenuo con las palabras. Hay ahí una síntesis brillante de esa identidad mutante que es Brasil. El suelo, lo firme, la cotidianeidad y el origen, se mueven y se alteran. En el disloque entre ese título y esa música, Lenine sabe a dónde va. Va hacia el latido de su cultura. Como dice en el tema que da título al disco: “Suelo: cabe en mi mano el pequeño latifundio de su corazón.”


* Esta es una versión de una nota publicada en Planeando sobre BUE.

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