¿Alguien vio El árbol
de la vida, de Terrence Malick? Por dios, no la vean. Se estrenó el año
pasado y supongo que entonces no debo haber prestado mucha atención a las
críticas, porque me la estampé en la cara como un nene se estampa un vidrio. La
película ¿cuenta? la historia del dolor de una familia al perder un hijo. Pero
lo hace con una pretensión de cine arte
tan pero tan irritante que dan ganas de agarrar a patadas al televisor (menos
mal que no fue en el cine).
El árbol de la vida
es una colección infatigable de lugares comunes. El viento agita una hoja en otoño,
la copas de los árboles en primavera. Una mariposa vuela, cruza un conejo. Madre
besa a sus hijos, niños corren felices por el campo, bebé da sus primeros pasos.
Padre autoritario. Escenas de la vida posmoderna. Psicodelia berreta, de
colaborador de banda de barrio. Música clásica,
ópera. Frases “profundas” a fuerza de palabras grandotas (dios, alma, dolor y
así…). Imágenes “bellas” tipo National Geographic (volcanes, olas, planetas),
pero sin locutor ni experiencia de lo sublime. Todo en un montaje de videoclip hecho
con cronómetro: imagen nueva cada n
segundos.
Es una película de esas que algún público califica de “loca”.
Pero, en realidad, se parece más a esos boludos o esas boludas que se hacen
los locos so creencia de que la extravagancia es creatividad. Nada más
insoportable que un pelotudo que se cree artista. Malick no es un pelotudo,
obvio. Pero quiso en El árbol de la vida
hacerse el Tarkovski post MTV y no le salió mal, le salió horrible.
Eso sí, hay que reconocer que la secuencia de la “historia
de la vida”, del asteroide primigenio a los dinosaurios y de ahí al mamífero en
la placenta, es perfecta en su vulgaridad.
Por último, dos cosas. Uno: ¿Palma de Oro en Cannes, Gran
Premio de la Fripresci, nominaciones al Oscar? ¿Me están cargando? Dos: Tengo
que confesar que no llegué a verla entera. Con semejante piña de grandilocuencia
desde la primera línea del guión quedé tarado. A la hora me noqueó.
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